Se estima que a finales de este siglo, habremos perdido la mitad de las lenguas del mundo. Para proteger las lenguas indígenas amenazadas, tenemos que defender sus derechos lingüísticos.
Autor, Gerald Roche
Hoy es el primer Día Mundial de la Defensa Lingüística, una oportunidad importante para crear conciencia sobre los derechos lingüísticos. Además, el 2022 marca el primer año del Decenio Internacional de las Lenguas Indígenas de las Naciones Unidas. Es el momento de defender los derechos lingüísticos, pues, a los pueblos indígenas y minorizados alrededor del mundo se los presiona, coacciona, engaña y asimila lingüísticamente con el falso pretexto de que dicha asimilación les asegurará una vida de igualdad y dignidad.
¿Y cuál es el resultado? Un reciente estimado conservador sugiere que a la mitad de las lenguas del mundo se las está “forzando a hibernar”, y que para finales de siglo dejarán de utilizarse.
A pesar de esta destrucción en curso, muchas personas consideran que en nuestra época hay una creciente diversidad: una era de Babel. Sin embargo, para este caso es mucho más apropiada otra alegoría bíblica: la historia de “shibboleth”.
En ella, se relata cómo las personas que huían de una guerra entre dos tribus se encontraron con sus enemigos en el cruce de un río. Si cruzaban el río, estarían en casa, a salvo. Pero les esperaba una prueba.
“Di ‘shibboleth’”, dijeron los hombres que esperaban en el río.
Era una trampa. Quienes huían no pudieron pronunciar la palabra como se les ordenó. “sibboleth”, dijeron ceceando el sonido inicial. De esta manera, quedaron expuestos ante sus adversarios como pertenecientes a una tribu distinta, lo cual los marcó para su ejecución inmediata. Los mataron en el acto.
Esta historia captura la dinámica detrás de la pérdida global de las lenguas: o imitas las lenguas de quienes están en el poder o eres destruido. Hoy en día, es más probable que esta destrucción tenga como objetivo la dignidad de una persona, no su cuerpo, pero esta violencia basta para que sus elecciones lingüísticas carezcan profundamente de libertad.
La palabra “shibboleth” en sí misma significa algo así como ‘inundación’ y, de hecho, la violencia que está provocando la pérdida de las lenguas del mundo hoy en día parece una fuerza de la naturaleza: un tsunami que recorre el planeta, demoliendo todo a su paso.
De los 193 Estados Miembros de las Naciones Unidas, solo 30 de ellos no están incluidos en el Catálogo de Lenguas en Peligro de Extinción, una base de datos que enumera las 3.453 lenguas del mundo que actualmente están bajo amenaza de destrucción.
Sin embargo, esos 30 países no son refugios seguros para la diversidad lingüística: de hecho, la mayoría de ellos representan las ruinas lingüísticas tras la inundación de shibboleth. Alrededor de una decena de ellos son naciones insulares del Caribe, donde las lenguas indígenas fueron destruidas por las primeras expansiones violentas del colonialismo europeo.
Esto nos dice algo importante sobre los orígenes de la avalancha de violencia llamada shibboleth: está inherentemente vinculada al colonialismo europeo que envolvió al planeta a partir de 1492. Dondequiera que fueron los europeos, llegaron a destruir las lenguas. En ninguna parte esto fue más cierto que en las colonias de Australia, Canadá y Estados Unidos, que hoy en día tienen las tasas más altas de pérdida de lenguas en el mundo.
Aunque se originó en Europa, esta violencia colonial sigue viva en todas partes; hoy en día representada a través del sistema de Estados-Naciones. Cada bandera en las Naciones Unidas representa un pequeño imperio. Aunque afirmen ser multiculturales o abiertamente asimiladores, la gran mayoría de esos países están parados con firmeza en la corriente de shibboleth, resguardando su integridad territorial y su unidad política con celosía mientras el torrente sigue llevándose una lengua tras otra.
Pero la avalancha de shibboleth no es una fuerza de la naturaleza. Es una fuerza política que hemos desatado en el mundo y que se sostiene en las estructuras del sistema global de Estados-Naciones. Si estos Estados que cubren la faz de la tierra no pueden proteger las lenguas, entonces, ¿cúal es nuestra esperanza para proteger la diversidad lingüística?
Nuestra esperanza para resistirnos ante las fuerzas destructivas de shibboleth reside en los derechos lingüísticos.
Los derechos lingüísticos no son derechos otorgados por el Estado a las personas. No son los derechos liberales desplegados por las superpotencias para llevarnos a la guerra, ni las libertades vacías del individualismo patológico promovidas por libertarios y teóricos de la conspiración.
La resistencia ante shibboleth, en cambio, requiere derechos radicales que restrinjan y cuestionen el poder del Estado: el derecho a protestar, a disentir, a negarse y a resistirse. Y, sobre todo, el derecho a hablar y a expresarse en cualquier idioma que la gente elija, sin miedo y sin represalias.
Los activistas lingüísticos necesitan nuestro apoyo para defender estos derechos, puesto que hablar sin reserva sobre ellos les pasa factura: como por ejemplo, con las amenazas de muerte recibidas por el activista lingüístico Sylheti Mace Hoque. O el encarcelamiento sufrido por el defensor de los derechos del idioma tibetano Tashi Wangchuk. O la reacción negativa contra el uso de lenguas indígenas en Australia. O el torrente de abusos interminables y repetitivos a los que se enfrentan los activistas gaélicos en Escocia.
A pesar de las consecuencias que pueden sufrir los activistas, ellos persisten porque saben que defender los derechos lingüísticos funciona para ponerle freno a shibboleth y revertirlo. Al seguir sus pasos podemos inspirarnos en movimientos como aquellos en Australia, Estados Unidos y Nueva Zelanda, donde el trabajo para recuperar y proteger las lenguas indígenas se ha basado en los logros de las luchas por los derechos civiles de la segunda mitad del siglo XX y en movimientos de poder indígena como el movimiento Black Power en Australia, el movimiento Red Power en Canadá y Estados Unidos, y el movimiento Brown Power en Nueva Zelanda. Estas historias demuestran cómo la lucha por los derechos lingüísticos se ha entrelazado con otros movimientos en pos de la justicia y sugieren también cómo podrían convertirse en parte de luchas actuales más amplias: por la justicia climática y racial, por la decolonización y la lucha contra el patriarcado y el capitalismo.
Los derechos lingüísticos funcionan; ya es hora de que todos los defendamos y revirtamos shibboleth.
Gerald Roche
Gerald es antropólogo, investigador principal de la Universidad La Trobe y copresidente de la Coalición Global por los Derechos Lingüísticos. Editó el Manual de revitalización lingüística de Routledge (2018) y sus artículos han aparecido en Patterns of Prejudice, American Anthropologist, Language & Communication, entre otros.
*La presente traducción fue realizada por Irene Gotera, fundadora de Linguistic Justice®, y revisada por María Leticia Cazeneuve, directora general de Humane Language Services para el Día Mundial de la Justicia Lingüística de 2024 (o GLAD24) como parte de la Iniciativa Piloto, Grupo en Español para GLAD24.
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